Es evidente que nos encontramos
inmersos en medio de una oleada sin precedentes de corrupción. Las disciplinas
sociales tienen necesariamente que abordar con seriedad y profundidad esta
situación. Sin embargo, no resulta fácil identificar por dónde comenzar ¿si hay
menos corrupción habrá menos pobreza? ¿Por qué surge la corrupción? ¿No es más
bien la pobreza el caldo de cultivo de la corrupción? ¿Cómo han procedido
países como Noruega o Finlandia para combatir la corrupción? Porque si le
creemos a Kliksberg que
“Noruega es uno de los líderes mundiales en
transparencia: allí la corrupción es casi inexistente, sin embargo la
legislación anticorrupción es reducida. La causa se halla en los valores
sociales predominantes. Un corrupto sería duramente excluido por su familia,
los vecinos, los círculos sociales. Finlandia tiene la tasa de presos más baja
de Europa y, al mismo tiempo, el menor número de policías per cápita del
continente.”
Se ha vuelto típico pensar que la
solución a los problemas sociales como la corrupción, está en crear o endurecer
más las leyes, llenando las cárceles y dando
un castigo severo a los corruptos. Y que así comenzaremos a resolver el problema,
que iniciaría al tan ansiado camino del progreso de todos. Que el ideal sería
que no hubiera personas corruptas o que desaparecieran por arte de magia.
La cosa no es están sencilla,
como muchas veces los oradores en sus conferencias magistrales nos la
presentan. Se ominen las consideraciones profundas de análisis, como el caso de
la pobreza.
Cuando pensamos en la pobreza, la
idea que nos hacemos es la falta de “dinero”, carecer de un ingreso que nos
permita satisfacer nuestras necesidades, entonces concluimos que la pobreza se
soluciona con ingresos. En este caso, lo que ocurre es que algunos sectores ven
en la corrupción una oportunidad fácil y rápida de salir de la pobreza.
Es evidente que la pobreza tiene un componente de falta de ingresos, y es
esto lo que conlleva a que la corrupción sea un efecto de aquella. La
corrupción es la des-valoración que se hace de las decisiones a tomar
¿transgredimos las leyes, la ética y la moral para salir de pobres? En la
balanza de la vida, las decisiones a las que nos vemos enfrentados, nos colocan
en disyuntivas diversas; la valoración de las situaciones cotidianas que hace
una persona le hacen perderse entre lo que considera bueno y malo; entonces la
dignidad se ve fragmentada y la integridad se pierde.
La corrupción prolifera como un
virus, se convierte en tradición y se arraiga en la cultura. Considérese las pocas
oportunidades de trabajo, los ingresos de subsistencia para las mayorías
trabajadoras, la concentración de altos ingresos en minorías con privilegios
políticos, el alto nivel de fabricación
de una mano de obra de maquila, el poco desarrollo de intelectualidad
innovadora y una estructura de orden económico que favorece a una élite de
poder económico que no quiere perder su estatus quo, como las causas de la
corrupción.
Al ver los niveles tan altos de
la conducta corrupta, es lógico que nos asustemos y que pensemos en combatirla
llevando a prisión al corrupto, humillarlo como el sujeto más vil y mostrarlo
como una lacra de la sociedad, manifestamos un odio tal, que perdemos la
perspectiva real. Por un lado, el corrupto puede ser una buena persona, amable
con su vecino, un gran proveedor para su familia, excelente padre y otros
adjetivos que no lo hacen mala persona, pero es corrupto, se aprovecho de una
instancia o un vacío del sistema y que al ver que otros lo hacen piensa que no
está mal aprovecharse de esos vacios. Si los corruptos logran controlar las instituciones
públicas o privadas, es claro que las transforman y las convierten en
medios que funcionen según sus intereses.
Al suceder todo esto, el proceso
se extiende como un virus que infecta la conducta de todos y se desvaloriza el
bien común y se defiende el bien particular de unos cuantos interesados.
Para que el sistema funcione de
esta forma, hay que estructurar un pensamiento de indiferencia y de apatía en
la mayoría, de tal forma, que lleguemos a pensar que la corrupción es parte del
quehacer diario y que se da en todas las esferas de la sociedad. Bueno, para
corroborar esta forma de comportarse basta con que consideremos (…) situaciones
tan simples como meterse en la fila de espera sin colocarse donde corresponde,
o que un conocido en una oficina le “haga un favor” sin hacer los trámites
establecidos, también son actos de corrupción y practicados por casi todos (…)
¿Tendríamos que combatir la
corrupción? por supuesto, pero tenemos que entender que esta se volverá más
compleja y mejor articulada si solo se le persigue, el corrupto aprenderá a
disfrazar mejor su corrupción. Por eso, de lo que se trata es de un combate más
integral y completo, en este sentido Kliksberg propone que “en la cultura de
todos estos países (Holanda, países nórdicos, Canadá y otros estados lideres en
lo económico-social) predomina una actitud de rechazo a las grandes
desigualdades y de apoyo a la equidad y a la igualdad de oportunidades”
(Kliksberg 2006).
El cambio de una actitud comienza
con el cambio de pensamiento, la adecuación de la conducta depende de una la
institución socializadora que replantee la actitud a seguir sobre los valores,
profundizar en la idea de honestidad, honorabilidad, el apoyo solidario, lo
debe hacer la “escuela”, desarrollando líderes que valoren también la
transmisión viral de conductas adecuadas al desarrollo que queremos.
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