lunes, 17 de marzo de 2014

REFLEXIONES

El afán ideológico no debería pasar más allá de una excitación del momento. Es necesario parar y reflexionar con seriedad las consecuencias de los actos que se realizan, y no tomar a la ligera actitudes que nos traerán repercusiones graves a todos.
Hemos tenido elecciones después de la firma de los acuerdos de paz a partir de 1994, que han enfrentado a los dos bandos que, en alguna forma, se enfrentaron con las armas. Si algo debemos aprender de esa época de guerra es que no hay heroísmo en morir, podrán hablar de la gloria por la lucha de la libertad, de las gestas de valor que enfrentan al pequeño contra el gigante, al débil contra el fuerte, los poemas y canciones que se escriben y se cantan recordando a los mártires olvidados por el tiempo y que las nuevas generaciones solo conocen de oídas o de referencia en una cuña escrita en un libro, eso sí, siempre y cuando haya sido un alto dirigente de la “causa”, porque del que enfrenta los golpes, las balas, el que se encuentra adelante en la trinchera, ese pobre “jodido”, de él o de ella ¿Quién se acuerda? , una mención general “a todos los que vertieron su sangre…” y nada más, sus allegados siguen recordando y preguntándose por qué murió. El bando que le dio muerte es y será siempre el enemigo, acérrimo y “maldito” enemigo, característica muy interesante en la cultura del ser humano en la acumulación de rencor y odio hacia los “contrarios”.
Algo está muy claro en cada enfrentamiento de los bandos, por obtener un puesto en el gobierno: se necesita de los héroes anónimos, amalgama de soñadores y oportunistas dispuestos a defender sus colores, muchas veces a golpes y, en el peor de los casos, también con la vida ¿equivocados? Pues desde su posición “no”, y por ello llevan a un extremo su enardecida posición de defensa de intereses de sus dirigentes.
De idealistas a fanáticos. Es cierto que todos tenemos, bajo uno u otro concepto de nuestras creencias, ideales de bienestar individual y colectivo; pero nos dejamos encandilar llevándonos por el arrebato de las promesas, sin evaluar los intereses que están detrás de todos los “flautistas de Hamelin” nos convertimos en “… amasijo hecho de cuerdas y tendones un revoltijo de carne con madera un instrumento sin mejores resplandores (Silvio)” dispuestos a ofrendar nuestro honor y damos nuestro “deber” a la incomprensión de no razonar por lo que estamos luchando.
Es aun más peligroso enardecer a una sociedad que vive a diario la intolerancia incitando a su utilización sin medir las consecuencias. O mejor dicho, olvidando lo que ha pasado en el tiempo que nos llevó a una declaración de guerra interna.
En los dirigentes es lógica la sedición, manipulando los ideales de la  masa; está se tuerce conforme la manipulan y hacen suyos  los cantos de sus dirigentes, creyendo que su lucha es para y por todos.
Una lucha es justa siempre y cuando se enfoca en los intereses de todos. No es válido que algunos hagan creer a los muchos, que aquello por lo que luchan va a beneficiar a esos muchos, cuando en la realidad  los que salen beneficiados son justamente unos pocos.
De la historia debemos aprender que hay manipuladores y manipulados; que  los segundos solo han favorecido a los que se aprovechan de la credulidad de los pueblos. Romper la influencia es aceptar que hay ideales, pero todos deben conocer los hechos y la razón real por la que se lucha.
El caudillo empuja a las masas, el líder evita el desperdicio de su gente en batallas inútiles sin sentido.





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