jueves, 16 de enero de 2014

Ideas sobre la estructura del “Poder del Ejecutivo o el presidente de la república”

Por Hilton Flores
Después del foro que realizará ASDER con los candidatos presidenciales, en las redes sociales durante y posterior a este, muchas personas se manifestaron en contra de las posturas de cada candidato. Resumiendo, las calificaron de “lo mismo de siempre”, “no dicen cuánto costará en dinero y de dónde obtendrán los recursos financieros para cada promesa”, “propuestas absurdas y muy cínicas” etc.

Es lógico ver esas expresiones de desencanto, y debemos atribuirlas a la educación que
recibimos sobre  democracia y del porqué del orden político. De igual forma, pienso que los políticos no entienden la funcionalidad del orden de los tres poderes, en el sentido democrático.

Está claro que la estructura de gobierno que nace con los burgueses franceses del siglo XVIII, no se ha traducido en aplicación de “libertad” “igualdad” y “fraternidad” y que la representatividad ciudadana en un gobierno tripartito (ejecutivo, legislativo y judicial) no existe. Lo que se ha dado es la representación de  un orden de intereses, los cuales se encuentran en grupos de poder económico e ideológico.

En el triunvirato de la estructura de gobierno, en lugar de ver la relación en un triangulo equilátero que armoniza la distribución del poder, hemos visto, por mucho tiempo, figuras de poder absoluto; las cuales se han individualizado tomando como pretexto  la supuesta independencia de poderes, pero lo que ha refleja es la confrontación de cuotas de poder.

Veamos la estructura del poder ejecutivo.

El Ejecutivo (presidente de la república) es un pequeño emperador con potestad, casi absoluta, para tomar decisiones a favor de los intereses que más le parezcan, sin consulta o mediación de los otros poderes. Nunca se ha escuchado que los proyectos presidenciales se han consensuado con los otros órganos del Estado. Los candidatos presidenciales se presentan en cada campaña como personajes de historietas de héroes, adquieren un extraño poder de arrogancia y petulancia: solos, son capaces de resolver los problemas del país. Proponen solucionar todo, sin haber planeado cada promesa. Se parecen a un videojuego, en el que cada nivel conquistado les da más poder para continuar jugando; en fin, no podemos seguir esperando a un “salvador” que todo lo sabe y todo lo arregla, ese pensamiento caudillista debe quedar en el pasado de épocas fascistas.

Invito a observar la estructura de los deberes y atribuciones del ejecutivo en nuestra constitución.

De acuerdo al artículo 162 el presidente es el que  “nombra…” a los ministros Lo que fuerza a que nos preguntemos ¿por qué los miembros del gabinete no se elijen según su currículo profesional e independiente del partido político? Esta inquietud está justificada en la misma Constitución, véase  en los artículos 166 y 167 que habla de un Consejo de Ministros, el cual, tiene un nivel de atribuciones muy por encima del presidente de la república. De hecho, la estructura del “Consejo” está integrado por el presidente, vicepresidente y  ministros. En el inciso segundo del artículo 167 se plantea incluso, la atribución de “elaborar el plan general del Gobierno”. De igual modo establece “Conocer y DECIDIR sobre todos los asuntos que someta a su consideración el Presidente de la República”.

De acuerdo a la constitución el presidente no tiene un poder absoluto, por el contrario, la idea es limitar su poder y dejar su operatividad a ejecutor, y al igual que un gerente de una empresa que vela por los intereses de sus accionistas, como administrador publico debe velar por los intereses de todos los ciudadanos.

Por eso pienso, que un deber de cada ciudadano que pretenda criticar la estructura  de gobierno, tiene que conocer lo que está escrito en nuestra constitución, esta se ha estructurado en base a los  principios de las ideas de separación de los poderes del siglo XVIII.

Nuestra constitución debe ser objeto de estudio y de crítica en aquellos asuntos en los que no hay claridad por ello considero que amerita una depuración y readaptación a nuestras necesidades como nación.


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