Uno puede pasar las tardes viendo los programas más intrascendentes de la televisión o puede, también, dedicar su inteligencia y su esfuerzo a forjar un mundo mejor. Algo así explica la nieta del mariscal Tito, Svetlana Broz, autora del extraordinario "Buena gente en tiempos del mal", donde relata asombrosos testimonios
recogidos durante la guerra de los Balcanes sobre personas que se jugaban la vida -literalmente- por salvar otras... de la etnia rival, los supuestos enemigos.
recogidos durante la guerra de los Balcanes sobre personas que se jugaban la vida -literalmente- por salvar otras... de la etnia rival, los supuestos enemigos.
Es verdad: uno puede transitar por la vida superficialmente, sin grandes contratiempos ni enormes triunfos, detenido en una plácida y segura mediocridad, o puede apostar a lo grande, viviendo una existencia de formidables dimensiones, severa en la derrota y exigente, al tiempo, en la satisfacción.
Nelson Mandela optó por dedicar los casi cien años que anduvo pisando el planeta, una tercera parte de ellos una fría y lóbrega celda sudafricana, a adecentarlo, y lo consiguió. Su perseverancia y su habilidad, unidas a un pragmatismo y a una prodigiosa pericia en el arte de hacer política, lo han elevado a altares universales en los que solo se admite a quienes contribuyen a hacer avanzar a la Humanidad. A los que, con su impulso, han marcado un mayor ritmo en el progreso de nuestra civilización.
Madiba ocupa ya su lugar en la Historia, uno verdaderamente privilegiado, junto a otros grandes luchadores por los derechos de las personas como Martin Luther King o Mahatma Gandhi.
Algunas personas, la mayoría, vienen a este mundo a aprender; otras -muy pocas- a enseñar; este ha sido el caso de Nelson Mandela, que deja un mundo mejor del que encontró gracias a su tenacidad, su humildad, su sabiduría; y, también, a su compromiso.
"No importa si eres negro o blanco", escribió y cantó Michael Jackson. El cantante norteamericano llegó a ser "como un miembro de la familia", aseveró Mandela, y fue uno de los muchos iconos de la música que se rindieron a la personalidad y el magnetismo de quien fuera el preso 46664.
Quizá porque, como dijo el músico Peter Gabriel, "si el mundo pudiera tener un padre, el hombre que elegiríamos para que lo fuera sería Nelson Mandela: nos ha enseñado amor y reconciliación, nos ha enseñado Justicia".
"El hijo más grande de Sudáfrica", como lo llamó el presidente Zuma, derrotó, en una portentosa labor de sacrificio e ingenio, al racismo de los blancos en un país mayoritariamente de negros. Fue cautivo de los blancos, y presidente -el primero- de negros y blancos.
Otros grandes hombres y mujeres, en parte siguiendo la estela e inspiración que durante décadas ha provocado Mandela, continúan luchando por los derechos de sus pueblos; y, como él, combaten a sus dictadores con toda la firmeza y el ahínco, pero de forma pacífica.
El Premio Nobel de la Paz chino aún encarcelado, Liu Xiaobo, es uno de ellos. La emblemática líder birmana Aung San Suu Kyi, otra. Junto a ellos, el jefe espiritual del budismo tibetano, el XIV Dalai Lama Tenzin Gyatso.
Amamos a Nelson Mandela porque deja una estela universal de dignidad y concordia que servirá para que otros líderes, potenciales o reales, distingan cuál es -verdaderamente- el camino. Y deberán tener en cuenta, al resistir la furia y la falta de ética de los dictadores, al desafiar las leyes establecidas por los tiranos, al enfrentar, en definitiva, las dificultades que amenazan con detenerlos, que, como afirmó Madiba, "parece imposible, hasta que se hace".
Me gusta el inicio de este articulo "Uno puede pasar las tardes viendo los programas más intrascendentes de la televisión o puede, también, dedicar su inteligencia y su esfuerzo a forjar un mundo mejor".
ResponderEliminar¿Por qué dedicamos nuestro tiempo a cosas intrascendentes? Tendríamos que echarle la culpa en primera instancia a la escuela y en segunda instancia a nosotros mismos como culpables que sabemos que son una perdida de tiempo, pero igual los vemos.
En nuestra faceta de estudiantes somos el reflejo de lo que nos indican que debemos leer o estudiar, por ejemplo, puede tal vez un maestro pedirle a sus estudiantes que hagan una reseña o que copien la biografía de Nelson Mandela, pero más allá de estudiar lo que aporto o su lucha o por qué de su lucha, en nuestra educación no figura.
Mandela se convierten en parte de la historia, cierto, pero tristemente como figuras de personajes que hicieron esto o aquello sin destacar el valor o hacer referencia a sus ideales y como se acoplan a nuestra realidad.
Entre nuestros contactos de las redes sociales hemos visto como una noticia de la muerte de un actor causa mas consternación que la muerte de Mandela, igual al hecho de la muerte de la madre Teresa con respecto a la muerte de una princesa inglesa que consterno más esto que el legado humanitario de la madre Teresa.
¿Es culpa de los seguidores de las redes? desde luego que no y si, es un "no" en aquellos que han sido iniciados en el mundo del conocimiento y se limitan a lo típico o tradicional de la información en las redes. Pero es un "si" cuando se sabe que hay más de lo tradicional para informarse o aprender.
Mandela debería ser una lectura obligatoria como los hechos de otros personajes para su estudio y entendimiento de problemas como el racismo y el odio a las etnias.
Tendríamos que pedirle a los políticos, estudiantes de política o aquellos que intentan se políticos que las diferencias son solo una visión particular de ver un entorno, pero al consolidar las los intereses de todos las diferencias se diluyen y se ve el camino para todos.
Debemos prestar atención, Mandela logro que negros y blancos trascendieran de sus diferencias a que su país sea visto como un entorno de equilibrio y desarrollo, ver que nosotros no estamos en paz solo en un cese de hostilidades ideológicas con agresiones a la integridad del oponente, donde la des acreditación se impone como educación para nuestros niños y jóvenes. Hemos aprendido que nuestra razón se impone sobre los otros y que a estos los podemos des acreditar con improperios o falsedades, imponiendo nuestro criterio.