Nelson Mandela.
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida,
esos son los imprescindibles.” Bertolt
Brecht.
Llena de pesar el enterase de la muerte de este hombre, que para muchos en
nuestro país puede ser solo un expresidente de Sudáfrica o un “negrito” que gano el premio nobel de la
paz, o en todo caso solo un
personaje más en la historia mundial.
personaje más en la historia mundial.
Me atreveré a tratar de hacer una reseña tosca de esta persona, tomaré de
base la idea que el cineasta Clint Eastwood presentó en su film “Invictus”.
Mandela lucho contra el apartheid – sistema de segregación racial vigente
hasta 1992 en Sudáfrica y Namibia- por ello paso en prisión 27 años, en 1994 se
convierte en presidente de Sudáfrica.
La idea central del director de la película, está en presentar al personaje
como un “reconciliador”, él hace esfuerzos más allá de su propia salud en tratar
de evitar el desgarramiento de su país en dos bandos, los africanos negros
contra los africanos blancos.
Las elecciones presidenciales dan como ganador a Mandela y como perdedores
a los “blancos” - idea que se deja entre ver en el film, como ganadores y perdedores- quienes temen por las reacciones de venganza y revanchismo que
podrían iniciarse luego de la toma del poder político.
En todo el film, Mandela busca una alternativa de reconciliación, está se
presenta en el equipo nacional de “rugby”, este equipo solo es apoyado por
seguidores blancos, los dirigentes deportivos en un arrebato de venganza buscan
anular al equipo calificándolo de representar aun los valores del apartheid. El
director de la película, nos muestra como la base del revanchismo es utilizar
un fetiche cualquiera, y se toma el color del uniforme de rugby, este representa los colores de la opresión y marginación. El equipo es solo un grupo de jugadores que les interesa jugar y ganar, dentro de sus filas tiene a un miembro de “color” marcando el hecho que la segregación ahí no es una prioridad o base para jugar.
Mandela hábilmente involucra al capitán del equipo – un joven blanco rubio es importante en la visión del director de la película-
en su idea de reconciliar al país por medio del deporte y el gane del
campeonato mundial de rugby.
En argumento se muestra que, cada paso dado por el presidente es cauteloso en la búsqueda
de unificar a las dos razas. El triunfo del equipo –que el director nos vuelve
a mostrar que un fetiche también puede ser ocupado como medio de unificación-
al final da paso a la reconciliación un proceso que en la realidad le fue muy difícil
y de mucho trabajo a Mandela.
Un hombre que paso 27 años en prisión, en un campo de concentración de presos
políticos, pudo muy bien tomar dos caminos, el de una venganza cruel e igual de
inhumana como los que crearon el apartheid o recomponer un esquema de pensamiento
y optar por una idea superior de razonar que sería lo mejor para su gente (ambas razas), me atrevo a decir "una nación".
En nuestro país es increíble que los “padres de la patria” dedicaron un minuto
de “silencio” a la memoria del “ex mandatario africano”.
No me sería extraño, que más de alguno de esos diputados haya buscado en un mapamundi la ubicación de Sudáfrica, o que alguno pensará que fue un revolucionario
comunista.
Espero mucho de estas personas al tratar de creer en su ilustración.
Pero mejor deberíamos pensar sobre el legado de Mandela.
Que si bien
logramos un acuerdo de cese al fuego el 16 de enero de 1992, la paz en el sentido
de reconciliación no ha llegado, que los mismos que se declararon la guerra la
siguen luchando en un campo de batalla diferente, que los ciudadanos odiamos al
que tenga un color diferente de camisa de un partido político, similar al
actuar con las camisolas de los equipos de fútbol.
En nuestro país no hablamos de nación y de reconciliar mucho menos, esperamos que los
que iniciaron el odio lo arreglen, la cosa es simple, difícil si, pero simple,
comencemos por integrar el respeto por los otros y buscar la colaboración
mutua. Ese sería el respeto más grande que deberían dar los políticos al legado
de Mandela.
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