jueves, 5 de diciembre de 2013

Nelson Mandela.

 “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.” Bertolt Brecht.

Llena de pesar el enterase de la muerte de este hombre, que para muchos en nuestro país puede ser solo un expresidente de Sudáfrica o  un “negrito” que gano el premio nobel de la paz, o en todo caso solo un
personaje más en la historia mundial.

Me atreveré a tratar de hacer una reseña tosca de esta persona, tomaré de base la idea que el cineasta Clint Eastwood presentó en su film “Invictus”.

Mandela lucho contra el apartheid – sistema de segregación racial vigente hasta 1992 en Sudáfrica y Namibia- por ello paso en prisión 27 años, en 1994 se convierte en presidente de Sudáfrica.

La idea central del director de la película, está en presentar al personaje como un “reconciliador”, él hace esfuerzos más allá de su propia salud en tratar de evitar el desgarramiento de su país en dos bandos, los africanos negros contra los africanos blancos.

Las elecciones presidenciales dan como ganador a Mandela y como perdedores a los “blancos” - idea que se deja entre ver en el film, como ganadores y perdedores- quienes temen por las reacciones de venganza y revanchismo que podrían iniciarse luego de la toma del poder político.

En todo el film, Mandela busca una alternativa de reconciliación, está se presenta en el equipo nacional de “rugby”, este equipo solo es apoyado por seguidores blancos, los dirigentes deportivos en un arrebato de venganza buscan anular al equipo calificándolo de representar aun los valores del apartheid. El director de la película, nos muestra como la base del revanchismo es utilizar un fetiche cualquiera, y se toma el color del uniforme de rugby, este representa los colores de la opresión y marginación. El equipo es solo un grupo de jugadores que les interesa jugar y ganar, dentro de sus filas tiene a un miembro de “color” marcando el hecho que la segregación ahí no es una prioridad o base para jugar. 

Mandela hábilmente involucra al capitán del equipo – un joven blanco rubio es importante en la visión del director de la película- en su idea de reconciliar al país por medio del deporte y el gane del campeonato mundial de rugby.

En argumento se muestra que, cada paso dado por el presidente es cauteloso en la búsqueda de unificar a las dos razas. El triunfo del equipo –que el director nos vuelve a mostrar que un fetiche también puede ser ocupado como medio de unificación- al final da paso a la reconciliación un proceso que en la realidad le fue muy difícil y de mucho trabajo a Mandela.

Un hombre que paso 27 años en prisión, en un campo de concentración de presos políticos, pudo muy bien tomar dos caminos, el de una venganza cruel e igual de inhumana como los que crearon el apartheid o recomponer un esquema de pensamiento y optar por una idea superior de razonar que sería lo mejor para su gente (ambas razas), me atrevo a decir "una nación".

En nuestro país es increíble que  los “padres de la patria” dedicaron un minuto de “silencio” a la memoria del “ex mandatario africano”.
No me sería extraño, que más de alguno de esos diputados haya buscado en  un mapamundi la ubicación de Sudáfrica, o que alguno pensará que fue un revolucionario comunista. 

Espero mucho de estas personas al tratar de creer en su ilustración.

Pero mejor deberíamos pensar sobre el legado de Mandela.

Que si bien logramos un acuerdo de cese al fuego el 16 de enero de 1992, la paz en el sentido de reconciliación no ha llegado, que los mismos que se declararon la guerra la siguen luchando en un campo de batalla diferente, que los ciudadanos odiamos al que tenga un color diferente de camisa de un partido político, similar al actuar con las camisolas de los equipos de fútbol.

En nuestro país no hablamos de nación y de reconciliar mucho menos, esperamos que los que iniciaron el odio lo arreglen, la cosa es simple, difícil si, pero simple, comencemos por integrar el respeto por los otros y buscar la colaboración mutua. Ese sería el respeto más grande que deberían dar los políticos al legado de Mandela.


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