jueves, 12 de diciembre de 2013

Me duele el alma

Por: Rubén Fúnez

Mi cuerpo se enferma, mi cuerpo se debilita, mi cuerpo se envejece, mi cuerpo pierde la agilidad; mi cuerpo se arruga, mi cuerpo se llena de pequeñas verruguitas, mi cuerpo se mancha; el cabello se vuelve blanco, se cae; los músculos pierden vigor; los huesos duelen; la
digestión se vuelve más lenta; los hombres nos enfermamos de la próstata, las mujeres de los pechos; se pierde el ímpetu sexual; el cuerpo, hay veces, apesta.

Me enamoro; amo a mi hijo con un amor que ni yo mismo lo comprendo; tengo la habilidad para disfrutar de lo bello; me gusta la simetría; distingo constantes, tendencias; soy capaz, de casos particulares inducir cuestiones generales,  también de cuestiones generales deducir casos particulares; puedo distinguir una falacia o leer entre líneas. Me gusta lo abstracto, puedo hacer suposiciones o buscar la idea fundamental de un libro, de un ensayo o de una película. Creo en Dios y en un orden; creo que Dios es principalmente amor y por eso pienso que sólo el amor es capaz de salvar este mundo. Soy capaz de dormirme imaginando colores. Creo sinceramente que un árbol, no es sólo un árbol, sino que está integrado en el campo que forma con la piedra, con el río, con el ave que en él hace su nido. Puedo tomar decisiones, elegir, planear. Puedo educar mi voluntad.

Es decir, puedo identificar distintas dimensiones que constituyen lo que yo soy, pero lo mismo que la forma, el color, la masa, el volumen, el peso, la estructura molecular de una mesa pertenece a la mesa, en el mismo sentido todas esas dimensiones pertenecen a mi realidad. Es verdad que son distintas dimensiones, y en tanto que distintas no puedo confundirlas, pero son mías. Hay una unidad radical en la diferencia. La unidad estriba en que difícilmente se realizaría ninguna de esas actividades sin que entraran en juego todas las demás.

Por lo tanto, tendré que insistir en la supuesta claridad que tengo respecto a dicha unidad; ya Antonio González solía decir que lo obvio esconde siempre alguna ideologización. Sé que lo obvio es una mordaza, un embotamiento, una crucial dificultad al pensamiento. Si nos limitáramos a constatar que las cosas son obvias, no habría conocimiento. Pero también hay que repensar, porque algunos pensadores acentúan la dimensión psíquica, y algunos otros la dimensión orgánica.

Con respecto a la insistencia en la dimensión psíquica, hay que recordar que desde los griegos el mundo de los sentidos está íntimamente vinculado al mundo de lo corpóreo, del organismo. Los griegos pensaban que si de lo que se trataba era de desvelar las cosas; que si lo que se quería era instalarse en lo que las cosas son, el mundo de los sentidos en lugar de facilitarlo nos aislaba irremediablemente de ello. Los sentidos engañan, luego no podemos confiarnos en los sentidos; el mundo de la razón, del nous, es lo que nos permite acceder a lo inmutable e imperecedero de las cosas. Por lo tanto, hay que liberar al nous de todo resabio corporal. Desde esta perspectiva, el interés en acentuar la distinción radical entre lo psíquico y lo orgánico se pone al servicio de la verdad; a la verdad sólo podemos acceder por la razón.

En el mundo cristiano, no tanto bíblico,  esta visión platónica se va a completar diciendo que el nous, el alma es imperecedero, no muere con la muerte, el alma es inmortal. De hecho parece que la resurrección es resurrección del alma[1]. La filosofía moderna vuelve a ser marcadamente platónica, porque aun dándole una gran importancia a los sentidos, los hombres esencialmente somos razón. En definitiva, el énfasis descansa en el conocimiento, en la verdad, en las ganas humanas de conocer.

Hay un estado espiritual en el hinduismo denominado samadhi, se trata de ese estado en el que el meditador consigue una unidad radical con lo divino, si prescindimos de esa radical unidad y si prescindimos que sea con lo divino, y nos centramos en aquellas condiciones que permiten que dicho estado pueda alcanzarse, descubrimos que algunos estudiosos  han comenzado a decir que dicho estado tiene su origen en el organismo. Lo que aquí me interesa es pensar justamente en ese primado radical de lo corporal. Lo espiritual, en este sentido es una modalidad nueva, pero modalidad al fin y al cabo de la corporal, rigurosamente no hay dos dimensiones, sino una estricta y radical realidad corporal, que exigida hasta sus límites puede dar de sí esos estados de conciencia, que un observador poco atento puede atribuírselo a una entidad distinta al cuerpo. Nuestra realidad se agota en ser realidad corporal, material, la conciencia no es más que producto del cerebro, en el corazón no hay amor, sentimientos, poesía, belleza, el corazón es músculo y latido. Hay aquí un gigantesco esfuerzo por comprender adecuadamente la compleja realidad corporal humana. El cuerpo es un misterio, si nos salimos de él perdemos la única basa que puede permitirnos comprenderlo, se trata de un profundo respeto por la realidad corporal.

He visto un tipo de mujeres, a las que llamo contrahechas, son ese tipo de mujeres muy angostas de  piernas y caderas y anchas de pechos y espaldas, que por las razones que sean creo que comparten un denominador común: son mal encaradas, repugnantes, mordaces, irónicas, satíricas, inabordables, están siempre a la defensiva y frecuentemente pienso que son así, justamente por tener el cuerpo que tienen. Esas ideas, las que tienen las mujeres arriba descritas, sólo pueden provenir de la  forma corporal, pero también esa forma corporal sólo puede provenir de las ideas que se tienen. No son idénticas, pero no puede darse el uno son las otras; lo mismo que las dos caras de la moneda; lo mismo que los dos polos de una batería, para que ésta funcione tendrá que tener una carga negativa y otra positiva; lo mismo que ocurre con los átomos, el átomo está constituido por electrones y protones, Si la carga negativa de la batería no funciona, deja de funcionar la totalidad de la batería, ambos se exigen mutuamente[2].

Mi realidad corporal es espiritual, y mi realidad espiritual es corporal. No hay una dominancia de uno sobre el otro, simplemente así es. Si me duele un músculo, también me duele mi alma, si me siento triste, se entristece mi estómago, mi colon, mi cuello, soy una única realidad: la humana.

Esta unidad radical tiene que superar el tema de la sexualidad, pero hay que decir que con respecto a la sexualidad, el pensamiento occidental está radicalmente lastrado por la comprensión agustiniana de la sexualidad; los seres humanos post Agustín nos relacionamos con la sexualidad cargados de culpa. La sexualidad es vista como algo pecaminoso. Actualmente  esta visión pecaminosa de la sexualidad se radicaliza por el papel tan predominante que juega la sexualidad en la sociedad actual. Sin embargo, aquí hay que distinguir entre la sexualidad y el desenfreno propio de esta sociedad decadente. Esta sociedad revienta todas sus dimensiones, es una sociedad de la gula: lo que ocurre con la sexualidad, ocurre con todas aquellas dimensiones fundamentales de la sociedad: el tener, el poder, el consumir, etc. Por eso es que esta sociedad es una sociedad enferma: la sexualidad se vive como pecado, como algo sucio, justamente por la visión de sexualidad que tenemos los hombres de esta parte del mundo.

Los orientales no comparte este modo de ver las cosas, la sexualidad se vive como expresión de una profunda intimidad con la divinidad, en este sentido tampoco hay una distinción tan radical, entre el mayor de los placeres, que por lo tanto, sería la mayor expresión de los sentidos, y la realidad espiritual.

Vuelvo a insistir, que todo lo humano es psico-orgánico, Gevaert tiene una visión hermosa de esta unidad, dice que “tanto el alma como el cuerpo señalan al hombre entero, aunque en un aspecto determinado afirmar que el hombre tiene alma equivale a decir que es alguien ante el Dios creador”.





[1] Quiero recordar que me estoy refiriendo a la práctica cristiana, y no a la teología bíblica.
[2] La física ha descubierto que en el universo existe la misma cantidad de energía positiva como de energía negativa, la suma de ambas es igual a 0.

1 comentario:

  1. Buenísima reflexión. El desafío está en lograr aplicarla en las aulas y caer en la cuenta que la unidad radical del ser humano no es sólo conceptual, sino algo histórico, concreto y que se puede ver en el día a día...

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