Por: Rubén Fúnez
Pensar en Mons. Romero, es pensar en nuestra propia
praxis como cristianos. Mons Romero fue asesinado porque respondió a la
realidad. Por eso su respuesta a esa realidad es un aguijón siempre presente, que
nos fuerza a preguntarnos ¿qué estamos haciendo con esta realidad que se empeña
en negar la misericordia y el amor de Dios?
Encararse con personas como Mons Romero es, si
quieren, erigir una especie de tribunal
que con ultimidad nos exige volver la
mirada hacia uno mismo. Y esto es bueno. Mons Romero respondió a una situación
difícil, incierta, dolorosa, en una palabra: terrible. Fue una situación en la
que campeaba la muerte. Volver los ojos a Mons Romero nos fuerza a que nosotros
respondamos también a la situación en que nos ha tocado en suerte vivir. No volvemos los ojos a Mons Romero sólo con
el afán de conocer cómo vivió, sino que volvemos para que nos dé luces, para
ver cómo tenemos nosotros que vivir.
Vamos a abordar brevemente seis cuestiones: 1
Enséñanos a tener fe, 2 Enséñanos a amar a tus pobres 3, Enséñanos a estar en
la realidad 4. Enséñanos a mantener la esperanza 5. Enséñanos a mantener la
esperanza 6. Inspira nuestra fe.
11 Enséñanos
a tener fe
Dice el Padre Jon Sobrino, que Mons Romero fue un
hombre de Dios. Esto significa que una de las características principales fue
su profunda fe en Dios, Mons Romero Creyó en Dios. ¡Cuidado! no estamos
diciendo poco, sino que estamos encarando una cuestión fundamental. Nosotros decimos creer
en Dios, y yo los desafío a que piensen, aunque sea por un solo momento, si en
verdad creen en Dios.
Voy a referirles un ejemplo en el que se ve
con claridad, cómo aunque digamos creer
mucho, sin embargo, el modo en el que vivimos no indica que creamos lo que
decimos creer: escuché la conversación que tenían dos señoras que seguramente
acaban de escuchar el sermón del padre después de misa; por lo visto se trataba
de unas señoras que tenían una memoria formidable, porque eran capaces de
repetir, casi de memoria, todo el sermón. Yo les escuché con cuidado lo que
decían, pensando tanto en ellas como en mí mismo, y una de las cosas que me
dije fue, “si creyéramos una mínima parte de todo eso que decimos, nuestra vida
cambiaría por completo”.
El punto es que a mí me dejaron la impresión de que no
vivían de acuerdo a lo que decían creer. Seguramente algo parecido nos pasa a
nosotros.
Jesús mismo se dio cuenta de esta situación. El
evangelio nos recuerda que sus oyentes no tenían ni un poquito de fe. El acento
del texto evangélico no está en lo maravillosa que es la fe, sino que el acento
está en que decimos tener fe, pero resulta que la fe que tenemos no tiene ni el
tamaño de una semilla de mostaza. Es decir, no tenemos fe.
La figura de Mons Romero, en este sentido, es un
desafío que pone en cuestión nada más y nada menos que la fe que decimos que tener.
Para Jon Sobrino, Mons Romero creyó en un Dios mayor
que todo lo creado y por eso, creyó que ha Dios hay que dejarlo ser Dios, sin
reducirlo a ninguna cosa creada.
12. Enséñanos
a amar a tus pobres
Hay en la fe una intrínseca exigencia de moverse: la
fe nos desestabiliza; la fe nos saca de nuestra zona de seguridad; la fe nos
exige, como en el caso de Abraham, dejar
la propia casa; Podemos decir que ser cristianos exige estar en movimiento y Este movimiento es de una importancia crucial para
nuestra fe.
También en el caso de Mons Romero se da esta
exigencia; en su caso no podemos hablar de una vida oculta, pero ciertamente la
vida que llevó anteriormente a su nombramiento como arzobispo, no tuvo ni la
publicidad, ni la importancia que tuvieron sus últimos tres años. Dice
Ellacuría que fue un “obispo de buena voluntad, un hombre piadoso de oración,
un celoso pastor. Incluso estaba considerado como espiritualista y,
consecuentemente, reacio a inmiscuirse de modo directo en asuntos temporales.
Trataba con los ricos y no desdeñaba a los pobres. Pero con todo ello, apenas
representaba algo en la iglesia de El Salvador y más bien era considerado como
oponente al nuevo movimiento eclesial despertado en Medellín. Interesado, sobre
todo, en la ortodoxia, desconfiaba de las nuevas formulaciones de la teología
de la liberación”
¿Dónde estribó, dónde está la causa de que fuera tan
masivamente conocido? Hay que decir, que no estuvo en lo que dijo, pues lo que
dijo: sus homilías, sus discursos, sus denuncias, fueron sucesos derivados.
Derivados de una opción primaria, de una opción radical: su opción por los pobres.
Hay que decirlo, se trató de una opción. Desde esta perspectiva, tuvo que
rechazar algunas otras opciones, si sólo hubiera existido la posibilidad de
asumir las luchas de los pobres, esta decisión por muy importante y por muy
cristiana que hubiera sido, no sería una estricta opción. Se trata de una
opción justamente porque fue asumida frente-a, respecto-a, en contra-de otras
opciones: la opción del gobierno, que la catalogó como reformas con represión;
la opción de la oligarquía, que para él era claramente una opción pecaminosa; y
la opción por los pobres, en la que veía mucha esperanza.
La opción por los pobres no fue un asunto meramente de
análisis económico; no optó por los
pobres simplemente porque eran mal remunerados y explotados; no fue meramente
una opción ética, no optó por los pobres porque los pobres fueran buenos; no
fue una opción intelectual, es decir, porque a partir de esa opción entendiera
mejor la situación del país; sino que fue una opción profundamente religiosa:
esa opción le reveló la realidad de Dios. Dios se revela en los textos
evangélicos, pero lo que dicen esos textos es que si queremos saber cómo es
Dios, ese conocimiento pasa por la opción por los pobres. Lo que dicen los
textos evangélicos corre el peligro de no ser explicitado por mucho y por mucho
que los leamos; pero comienzan a ser claros, diáfanos y transparentes, es
decir, podemos ver a través de ellos, cuando se opta por los pobres. Los pobres
le enseñaron a Mons Romero a leer la
Biblia.
13. Enséñanos
a estar en la realidad
Entonces la fe de Mons Romero, fue la fe en un Dios
que amaba a los pobres. Sin embargo tener fe en un Dios que ama a los pobres y
que justamente se ha descubierto en una previa opción, no es fácil. Frente a
ese Dios fácilmente se pueden hacer nuestras, las palabras de los discípulos: ¡duras
son estas palabras! ¿Quién puede oírlas? y optar, como alguno de ellos, por
retirarse y no seguirle. Sin embargo, como todos sabemos, no fue el caso de
Mons Romero, sino que descubrir al Dios de Jesucristo, lo llevo de modo cada
vez más progresivo a comprometerse con su opción, esto le obligo a tener que
conocer la realidad en la que estaba situado. Lo hizo de dos modos: En primer
lugar, escuchando esa realidad y
comprometiéndose con ella: le dolía profundamente el pesar que embargaba a los
familiares de desaparecidos, que lo único que ansiaban era encontrar el cadáver
de sus familiares para poder velarlos y enterrarlos en un lugar en el que
pudieran luego ser visitados. Le dolía profundamente la dolorosa tarea de ir
recogiendo los cadáveres dejados por la cruenta represión. Entonces Mons Romero
se dejaba enseñar por la realidad, pero también dejaba que esa realidad le
afectara en lo más profundo de su ser. Mons Romero reaccionaba en sus homilías
cómo reaccionaba porque desde el fondo
de su corazón salía tumultuosamente el dolor de la situación en la que se
encontraba su pueblo. Se trataba de un dolor re-cordado, es decir, de un dolor
que volvía a pasar por su corazón y por eso tomaba una enorme fuerza de
denuncia; por eso sus palabras tenían esa fuerza telúrica que ponía a temblar
hasta a los mismos oligarcas o los jefes militares, como cuando les ordenó a
los soldados que cesaran la represión.
En segundo lugar, Mons Romero, escuchaba a los
expertos en ciencias sociales y en teología para poder identificar mejor los
dinamismos que entretejen esta realidad. Por lo tanto, creer en el Dios de
Jesucristo, implica el cristiano esfuerzo de mantenerse en la realidad. Como
hoy no es tan fácil estar en la realidad; como hoy, muchas veces, la fe que
decimos tener, en lugar de mantenernos en la realidad nos saca de esa misma
realidad. Hay que pedirle con humildad que nos enseñe a mantenernos en la
realidad.
14. Enséñanos
a mantener la esperanza
Una cosa es dramáticamente cierta: Mons Romero, a
pesar de las amenazas de muerte, a pesar de que la muerte fue una realidad cada
vez más cercana en su propia vida, a pesar de que vio como se les daba muerte a
los pobres y a los mismos sacerdotes que habían asumido la causa de los pobres,
se mantuvo coherente dentro de su opción. ¿Hay algo que nos lo pueda explicar?
Ya dijimos que Mons Romero fue un hombre de una profunda fe, pero se trataba de
una fe que se concretaba en realizaciones históricas. Esas realizaciones históricas, o, al menos,
que pudieran hacerse realidad, fueron una de las cuestiones que jalonaban la
praxis de Mons Romero. En otras palabras Mons Romero fue un hombre con una
inquebrantable esperanza. Esperanza en el reino de Dios, que el traducía
diciendo que la gloria de Dios es el pobre que vive; la esperanza de Mons
Romero consistía en una tierra en la que los pobres pudieran vivir, y vivir con
dignidad, vivir con justicia, vivir sin tener que ser perseguidos y matados,
vivir como hijos de Dios; la esperanza de Mons Romero, fue la esperanza de
Jesús.
Pero la esperanza de Mons Romero tenía otra cara. Mons
Romero miraba esa esperanza en las potencialidades que tenían los mismos
pobres. Confiaba en que los pobres estaban descubriendo que ellos no son destinarios de unos beneficios
provenientes de los de arriba, sino que son sujetos y que ellos mismos pueden
construir una sociedad más justa y humana; por ello Mons Romero vio con muy
buenos ojos que los pobres se organizaran, porque veía en la organización el
reflejo de la confianza que estaban adquiriendo en sí mismo. Cuando los pobres
confíen en sí mismos esa va a ser señal que el reino de los cielos está muy
cerca.
Hoy más que nunca tenemos que proponernos construir
las condiciones para seguir esperando, estamos en una sociedad en la que desde todos lados se
nos dice que está poniendo en peligro lo que tenemos de humanos. La “humanidad”
es una conquista. Crecemos hombres y mujeres, pero vamos creciendo en humanidad;
por eso existen hombres que no se comportan como humanos, sino que se comportan como
cualquier bestia salvaje, y es que la humanidad se conquista. Ser capaces de
ver al otro como vulnerable, indigente, como otro que me está exigiendo que lo
reconozca sin menoscabo de su integridad, es algo que no se consigue de la
noche a la mañana.
Estamos en un contexto en que la humanidad está en crisis: En la medida en la que crece
más la inhumanidad, en esa misma medida ignoramos a los otros y a las otras. De
hecho, parece que los otros y las otras han dejado de importarnos, el rostro
del otro, la angustia del otro, la desesperación del otro, el grito del otro ha
dejado de sacudir nuestras conciencias.
15.Enséñanos
a morir para dar vida
¿Qué pensó Mons Romero de su propia muerte? hay que
comenzar diciendo que primariamente no estaba preocupado por morirse. Digamos
que si alguna preocupación tenía era por vivir, pero vivir él y todos los que
morían antes de tiempo. Es evidente que justamente porque hemos venido a vivir
y a vivir con abundancia, como nos recuerda San Juan, el compromiso primario de
todos los cristianos es con la vida. Pero como es la misma vida la que está
amenazada, como es la misma vida la que no se supone, entonces hay que vivir
luchando por la vida, hay que vivir exigiendo vida y vida en abundancia.
Dado que luchar por la vida es tenso, y los que la tensan
en el otro polo, tienen el poder de dar muerte, necesariamente los hombres se
ven forzados a tener que pensar el sentido de su muerte. En este sentido Mons
Romero tuvo que pensar acerca del sentido que pudiera tener su muerte.
Una cuestión previa: no toda muerte da vida, y el
Padre Ricardo Falla nos ha recordado que es “esa” muerte la que da vida. La
muerte de Mons Romero tiene sentido porque no fue cualquier muerte, sino “su”
muerte. Hay una especie de continuidad entre el modo como vivió y el modo como
murió. Vivió, al menos sus últimos tres años, acompañando a su pueblo,
denunciando a aquellos que le arrebataban la vida a su pueblo, como dice el
profeta Amós, a todos aquellos que se banqueteaban a su pueblo. Todo esto lo
hacía principalmente desde su catedral, desde catedral, desde su cátedra. Así
murió. Murió cómo vivió, y cómo vivió exigiendo vida, su muerte es una
exigencia de vida. Por esa razón Mons Romero, estaba íntimamente convencido que
si lo mataban iba a resucitar en el pueblo salvadoreño. Mons Romero por lo
tanto pensó que su vida iba a ser continuada por todos aquellos que amaban la
vida. Desde esta perspectiva reunirse a pensar sobre Mons Romero lleva en sí
misma la exigencia de preguntarse si continuamos luchando porque los pobres tengan
vida.
16. Inspira
nuestra fe
Es una lucha que continúa la lucha de Mons Romero, en
este sentido la lucha recibe aquella inspiración. Quiero decir que se trata de
una inspiración real, yo he visto dos casos que pueden dar cuenta de esto que
estoy diciendo.
El primer caso es justamente el caso de un teólogo, me
refiero al padre Jon Sobrino, a quien le debo lo que sé de Mons Romero. Cuando
Sobrino habla de Mons Romero delata un profundo amor. Sobrino no admiraba a
Romero, Sobrino lo amaba y ese amor fue el que permitió poner ante los ojos de
sus lectores el retrato teológico de Romero. Para Sobrino, Dios hablaba por
medio de Mons Romero, este es el sentido último y radical de concebir a Romero
como profeta. Hablaba en lugar de Dios. Y Ellacuría con el mejor sabor joaneo no duda
en afirmar que con Mons Romero Dios pasó por El Salvador.
Para Jon sobrino, Mons Romero fue el pastor de su
pueblo, esto lo vio con toda claridad en el momento en que se le ofreció
seguridad personal y que Mons Romero rechazó justamente porque su pueblo,
carecía de seguridad. Esto lo hizo precisamente por la firme convicción de que
el pastor vive la suerte de sus ovejas.
Para Jon Sobrino, Mons Romero fue un mártir porque dio
su vida por la causa de Dios. Mons Romero vio con toda claridad que la gloria
de Dios era el pobre que vivía, y esto fue lo que lo impulsó hasta situaciones
casi sobre humanas, para defender esa vida que quien la exigía con ultimidad
era Dios, y justamente porque la exigió fue por que encontró la muerte.
El segundo caso han sido las celebraciones del pueblo
de Dios, no celebran la muerte de Mons Romero, sino que celebran su vida. Para
los cristianos salvadoreños ha sido bueno e inspirador tener a Mons Romero,
porque como Jon Sobrino no se cansa de decir, Mons Romero fue un Don de Dios.
Conclusión
Claro el peligro siempre presente, es que olvidemos la
mordiente de la profecía de Romero, que simplemente lo recordemos sin su
exigencia de embarcarnos en la penosa faena de luchar por la vida. Es la
tentación de todos los fariseísmos que para acallar la voz del profeta se aprestan como denuncia San Lucas,
a edificar mausuleos a los profetas que mataron sus padres. Es decir, que la
inspiración de Mons Romero se agote simplemente en la visita que hacemos a su
cripta cada 24 de marzo llevándole flores.
Excelente tu reflexión Rubén, valorar la dimensión del ser al que llegó Monseñor no es sencillo y se corre el riesgo muchas veces en trivializar su legado a una simple expresión de un icono burdo de la expresiva popular.
ResponderEliminar¿Quizá habremos caído en esa trivialización al referirnos a este hombre justo? ¿Habremos convertido solo el martirio en la expresión del valor de su mensaje?
Cada hombre y mujer que en algún momento de la historia han sobresalido en su lucha por la justicia y dignificación de su prójimo expresan necesariamente un sentido de rebeldía al orden, crean su estilo de lucha y florece en ellos la fuerza de sus convicciones, enaltecen sus principios comenzando la lucha. En su que hacer de combate es su ejemplo el que se muestra a los otros y de ello solo se reconoce al luchador y no al educador.
Todo luchador espera que su ejemplo condicione a los otros a tomar conciencia y postura, no hay tiempo de evaluar si el mensaje ha sido adecuadamente instalado en la mente de la gente, o que estos solo piensen en el “sacrificio del cordero” sin redimir el sacrificio como tal y tomar conciencia que es por todos.
Hemos llegado a 34 años de su muerte y vemos una sociedad que mantiene la exclusión y marginación de los pobres. Pobres que son manipulados y embaucados por ilusionistas del bienestar materialista. Pobres que siguen pensando que un tercero es el que debe sacrificarse sin entender realmente su mensaje de “FE” y entrega por el prójimo.
A mi entender, tu reflexión nos permite ver la esencia de lo que compone a este justo, más allá del carácter de un icono como tantos de la iglesia.
Gracias Hiltón Tamayo, gracias porque te parece una excelente reflexión y gracias porque crees que pudimos captar la esencia de Mons Romero. Sobrino, y Ellacuría vieron en Mons Romero la revelación de Dios, el primero diciendo que mons era un don de Dios, y el segundo diciendo que con Mons Romero Dios había pasado por el El Salvador. Ambas posturas nos fuerzan a aproximarnos a mons Romero con una actitud creyente.
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