Por: Luís Armando González
La pregunta anterior no es retórica pues, a juzgar por la postura de las principales figuras del partido ARENA –comenzando por su candidato a la presidencia— ante los resultados de las elecciones, la disposición hacia la violencia de calle y de desafío al orden institucional es inobjetable. A lo mejor se trata de reacciones debidas el calor de la contienda, y por
tanto pasajeras. Pero a lo mejor no; cabe la presunción de que se trate de una disposición firme a la confrontación socio-política, sin que importen las consecuencias que ello pueda tener para la estabilidad del país.
Si este fuera el caso –lo cual se irá verificando a partir del comportamiento de los dirigentes de ARENA y de sus militantes más activos— ninguno de los sectores sociales que tienen vocación por la paz deben ser indiferentes a esta incitación a la violencia o incluso a la violencia efectiva que pueda darse en plazas, calles y avenidas. La condena pública e irrestricta a esa violencia no debe hacerse esperar, de tal suerte que no se perciba en ARENA una aceptación de sus arremetidas contra la institucionalidad y la paz socio-política. Callarse, si se cree en la paz, es caer en complicidades con quienes hoy por hoy están dando muestras de una agresividad insospechada contra aquellos que no se ciñen a sus designios.
La pregunta que antes se hizo, lleva a otra: ¿están todos los votantes de ARENA dispuestos a seguir a sus dirigentes en esa disposición hacia el conflicto socio-político? No se trata de una respuesta fácil, y los votantes de ARENA deben meditar bien en si están dispuestos a responderla afirmativamente. Y es que eso, además de convertirse en un gran problema para la convivencia social, introducirá una dinámica de “amigos-enemigos” en familias, comunidades y espacios de trabajo. O sea, estamos hablando de un problema mayúsculo para El Salvador, pues como contraparte –en el bando de quienes ARENA ve como “enemigos”— están militantes, simpatizantes y amigos del FMLN, que suman un impresionante número de salvadoreños y salvadoreñas.
En ARENA no se ha meditado sobre algo importante. Sus dirigentes y militantes más duros tienen la mirada puesta en el número de votos obtenidos (1, 487,510), pero se olvidan de los votos obtenidos por el FMLN (1, 494,144). Por la normatividad vigente en materia electoral, el FMLN es el ganador, sin que importe cuántos sean los votos de diferencia. Por muy elevados que sean sus votos, ARENA no tiene derecho a deslegitimar la victoria del partido que obtuvo esa cantidad más una cantidad adicional. El FMLN tiene todo el derecho a ser reconocido como ganador y a gobernar a partir de ello. Esto es lo que dice la norma y aplica igual para todos los partidos, les guste o no. El respeto a la democracia comienza por aquí.
En ninguna parte se dice que en una segunda vuelta electoral el partido perdedor puede adversar los resultados porque obtuvo muchos votos o porque el partido ganador obtuvo pocos votos de ventaja. Esa posibilidad es la que se quiere evitar –posibilidad nada extraordinaria— declarando ganador al que obtiene más votos. Y es ganador con todas las de la ley. No “menos” ganador o ganador de “segunda”, o ganador menos legítimo.
Volviendo a los números, son ciertamente elevados para ambos partidos. Y precisamente por ello –porque se trata de casi 1 millón y medio de personas por cada lado (o sea casi 3 millones de personas)— es que no se puede alentar un conflicto socio-político en El Salvador. Porque desde ARENA se están calentando los ánimos de sus militantes para que adversen los resultados, y envalentonados miran sus números y desde ahí calculan sus fuerzas. Pero, lamentablemente, no parecen reparar en los números del FMLN ni en el temperamento de sus militantes, simpatizantes y amigos. Pareciera que, ilusamente, creen que en ese millón y medio de votantes no se hará nada para defender el triunfo obtenido. Se tiene que estar demasiado fanatizado para no ver esta realidad y para jugar de manera tan irresponsable con la estabilidad del país. Quizás se han creído la ficción de Venezuela que ellos mismos crearon.
Pero El Salvador no es Venezuela, entre otras cosas porque nosotros ya vivimos una sangrienta guerra civil, que mostró hasta dónde se puede llegar en la lucha por la justicia y la dignidad. Tenemos que trabajar por alejarnos de la posibilidad de otro conflicto como el que ya vivimos. Tenemos que trabajar por la paz. Un fracaso electoral no es motivo suficiente para poner al país en la senda de un conflicto socio-político que podría tener enormes consecuencias para la vida de la gente, haya votado o no por ARENA o el FMLN.
Quién sabe si en ARENA se impondrá la sensatez. Por el lado del FMLN, se impone un doble desafío: por un lado, no dejarse provocar por exabruptos propios de la coyuntura, y ser firmes cuando haya que serlo en defensa no sólo de su triunfo, sino en defensa de la institucionalidad democrática del país.
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